El vigilante como un faro recorre con los ojos las avenidas paralelas por las que caminan a paso ligero los autos que nunca podrán encontrarse. Es en ellas donde se detiene el campo.
a tiempo para dar con el mediodía nublado y sin sombras.
para cuando sean las tres, la oficina importante estará cerrada y las avenidas se calentarán con el roce del uso áspero del regreso a casa.
Dos horas después se abrirán las ventanas por las que la ráfaga vertiginosa del alivio anuncie la presencia de Urano, que también existe.
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